Tres poemas de Diego Illescas

Altar a lo que aún no defino pero existe
 
 sus trenzas siguen amarradas
 a mi pecho,
 
 no la quiero sacar del todo
 de ese rincón
 que le he guardado,
 
 abundan los viejos recuerdos
 en mi memoria
 pedazos sin vida,
 
 le he dedicado un altar
 al fondo de mi boca,
 hay palabras
 que nunca salieron de mi saliva
 
 y mis dedos todavía sienten
 su presencia,
 
 al hundirme en la almohada
 sus pétalos
 se aferran a mi boca 
 la impregnan de su canto
 
 en las lágrimas 
 hay estrellas que soñé podrían florecer
 y ahora son supernovas
 en mis manos,
 
 queda 
 solo el fétido olor 
 del amor caducado
 como una meseta que atraviesa
 mi garganta,
 de donde a veces brotan aves
 o solo gárgolas,
 
 no la quiero sacar del todo
 temo morir en un  abismo, 
 morir 
 más que de costumbre,
 
 no creo en cuentos de hadas,
 el pasado fue un aleteo 
 arrebatado, despedazado 
 en mis labios,
 
 donde aún te amo,
 y amor me es una palabra
 sin definición en mi vocabulario,
 del que solo conozco su sabor.
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 Amor, fría rosa.
 eleva y en la punta
 te desploma cielo arriba,
 se abre el cosmos 
 y su horrorosa belleza.
 Cierro las puertas.
 No hay entradas ni salidas.


Mi novia el subsuelo
 
 Jamás aceptare que he pecado.
 Que me avergüenzo de lo hecho.
 Que noche a noche
 hay una alcoba de alaridos esperándome
 con puños cerrados y látigo en mano.
 No hallaré cielo en esto, lo sé
 
 pero asfixiarse 
 un poco,
 a veces,
 demasiado
 puede llegar a ser placentero.
 
 Se encuentran diminutas partículas de aire
 que se creían extintas
 en pulmones de hierro. 
 
 Mirar la oscuridad del sótano 
 ahogarse en su humedad
 también
 puede ser agradable
 
 uno halla pequeños fragmentos 
 de astros y lunas 
 que nunca se dejan ver en la pupila del sol.
 
 Sol hiriente cuando no lo busco.
 Que quiere implotar en mi ser
 y no lo dejó.
 Por si la mañana 
 posee astillas 
 y solo es actuación.
 
 Jamás aceptare que he pecado.
 La cálida putrefacción de las lombrices
 la negrura del agua estancada
 es una cobija para mí
 
 el subsuelo
         mi novia perfecta.





 Una tarde de puños cerrados
 
 La pelea/ el tono acribillante de las palabras/
 el ambiente tenso de los rostros/ los gritos
 como agujas/ él como fantasma de la atmosfera.
 Acentuando la ira.
 Siendo el acento de los remordimientos/
 la frustración de ser transparente/
 de no poder poner el alto/
 hacer de los gritos libélulas.
 
 Salé/ con una patada apuñala al perro.
                    Todoregresaalsilencio.

.

Como otra vida
          
        en la memoria
                 
                de otra forma
         
                          duele el tiempo

Autor: Alejandro Arturo Martínez

Alejandro Arturo Martínez es candidato doctoral en la Universidad de Princeton (Estados Unidos). Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela) y Magíster en Ética por Universidad Alberto Hurtado (Chile). Su área de interés es la literatura, el cine y las artes visuales latinoamericanas contemporáneas.