Hace un año que dejé la ciudad donde nací. Dejé la ciudad, el país y el apartamento que había habitado siempre. Con ello dejé atrás una serie de “casas” que había estado construyendo desde hacía mucho tiempo. Meses antes de comenzar la mudanza y los procesos previos al viaje comencé a esbozar un proyecto escénico llamado “Domus Fracta: Casa Quebrada” que con cierto sabor propiciatorio ilustró el quiebre que dio inicio al viaje. Ahora tras todo el proceso migratorio se han disparado aun más las preguntas en torno a qué es La Casa como un concepto ampliado.
Entendiendo La Casa como un sujeto ambivalente: Toda aquella estructura que nos contiene (física o emocionalmente) dentro de otro lugar.
Todo fuera de este lugar, acaba representando siempre una intemperie, pero la figura de intemperie se hace aquí igual de ambivalente, pues una casa en sí misma puede ser tanto casa como intemperie dependiendo de la dimensión en la que se ubica la materia que contiene, un sistema a modo de muñecas rusas. Por ejemplo, la casa en la que se habita físicamente (en su sentido menos metafórico) tiene como intemperie la calle, pero la calle, que forma parte de una ciudad, de un país, puede ser en una dimensión más amplia otra casa. Asimismo la existencia de otras casas menos tangibles, casas representativas que se generan a través de los vínculos de orden emocional.
La familia / el barrio / sus habitantes / la interacción con un otro-cuerpo / el lenguaje / el vínculo
Al mirar nuestras casas (físicas o no) en conjunto con todos los elementos que la constituyen, cualquier cosa o ente externo a ella es una representación de la intemperie que una vez dentro de esta estructura representa un elemento disruptivo, un cuerpo que invade.
La manera en que nos relacionamos con estos espacios, (nuestro cuerpo incluido como la casa que nos contiene como individuos) es similar en todas sus dimensiones. Habitamos estos recintos a través del sentido de pertenencia y de identidad. Esta actividad placentera, casi terapéutica de cambiar la disposición de los muebles de la casa se asocia directamente con una sensación integral de cambio, una apertura para cambiar nuestros puntos de vista. Mirar hacia otro punto cuando se toma el café de la mañana o dormir por la noche con los pies en dirección opuesta a la habitual. Es muy parecido a cuando cortar el cabello parece un mensaje de cambio: Ahora que te ves diferente, puede que seas capaz de actuar distinto a aquello que es ajeno a la dimensión corporal. Se es el color de las cortinas de la casa que se habita y el material del jersey que se escoge para llevar puesto. La decoración de estos espacios habla de los habitantes, lo mismo que sus olores y sus sonidos. Así como un cuerpo se modifica mediante su alimentación o sus hábitos, lo de afuera mueve lo de adentro, hasta por la reflexión de su imagen.
Todo aquello que toca como estímulo puede dar y modificar la forma
Construir.
Del lat Construere
Con- (unión, todo, junto) Struere (juntar, amontonar)
Por otra parte, en este juego de muñecas rusas dimensionales las casas son estructuras que pueden ampliarse o contraerse. Como las casas oníricas, casas cuyas formas visualmente desconocidas representan sensorialmente casas que hemos habitado en la vida despierta. Soñar con la casa de la infancia con una apariencia completamente diferente, ampliada o reducida en la cantidad de habitaciones, su tamaño o su ubicación. Ocurre también en las casas metafóricas que toda otredad no siempre permanece siendo otredad e Intemperie. Las puertas y las ventanas de una casa pueden permanecer abiertas o cerradas de forma circunstancial para dar o negar la bienvenida a visitantes, pero de vez en cuando aparecen inquilinos, elementos que se introducen para formar parte de la casa en su nueva forma compleja.
Para construir una casa se parte de la necesidad de adaptación a un entorno de confort y familiaridad. Generar estas construcciones (que caben en posibilidades infinitas de proyección: relaciones interpersonales, dinámicas, lugares, estados permanentes) busca satisfacer la necesidad ancestral de habitar en resguardo y refugio, en un lugar cuya estructura cuide lo que somos, y de vez en cuando también nos lo muestre. La casa es un lugar donde podemos vernos a nosotros mismos.
Ídem
Del lat Idem
1. Pron. El mismo, lo mismo
2. Adverbio
También o tampoco
Mientras más tiempo permanecemos dentro de una casa, más nos asociamos a sus formas y sus formas a uno mismo, nos hacemos parte de sus esquinas, de la sensación de sus paredes, el olor de sus pasillos. De un modo orgánico hacemos espejo en sus superficies y este reflejo nos reafirma lo que pasa y lo que somos.
Las casas tienden a pasar por dimensiones de quiebre porque nuestro cuerpo blando, intangible, la idea de nosotros y la proyección de lo que nos representa, pasa constantemente por estados de quiebre y transformación. Cuando una casa se endurece y su estructura ya no puede contenernos, la casa debe quebrarse. Somos arrojados a un momento de total intemperie en el que tenemos que valernos instintivamente de las herramientas disponibles para re-construir un espacio habitable. Reconstruir una casa es reconstruir la idea de si mismo.
Construimos constantemente bunkers, chozas, edificamos estructuras en medio de grandes ciudades y de sus tumultos desde donde nos sentarnos a mirar la intemperie por las ventanas.
Puede que sentarnos a mirar hacia fuera sea un ejercicio para encontrar cosas que arrojen pistas de lo que sucede dentro de nuestra casa propia, de la Casa fundamental.
Sentarse a mirar desde el interior de una casa puede llevar al ejercicio constante de mirarse las ventanas y las puertas de sí mismo.
Barcelona, Abril 2020.
Ivette Díaz
Este texto fue publicado en el décimo número de Cantera. Te invitamos a leer el número.