Más allá de sus posibles perversiones o pasiones, la literatura erótica tiene una estructura y estética. Bien podría defenderse que la literatura erótica, como hoy la conocemos, la inauguró el Marqués de Sade con una norma fundamental: todo sea bajo la debida descripción sensorial y relatado para el oído. Esta necesidad de sacar a flote todos los deseos a través de los sentidos puede recordar a la fantasmagoría gótica.
Este inicio de la literatura erótica la entiendo ligada a los preceptos del gótico: hay una tercera respuesta a la mortalidad que recorre a los intelectuales del siglo XVIII y XIX. Puede responderse con el terror o el horror; pero la erótica responde a la misma duda existencial con la práctica hedonista de disfrutar el cuerpo a través de su mortalidad. Y esta práctica retratada más allá de lo tradicional o familiar. Lo erótico como discurso es otro monstruo de la modernidad.
Ahora, ¿cómo se logra percibir este sub-género más allá de sus voluptuosidades y deslices gráficos para definir este discurso? Sade argumenta que sus 120 jornadas de Sodoma es un cuadro de costumbres. Pero estas costumbres responden a una clase no-productiva, aristócrata e infértil. Y en el relato que se extiende en las 120 jornadas, lo que queda demostrado es cómo estos 4 criminales monstruosos desvían a la que será considerada en el siglo XIX la clase productiva; es decir, jóvenes hombres y mujeres, quiénes son forzados a la repetición exhaustiva y carnal del cuerpo por el cuerpo mismo.
Vale acotar que la erótica se ha transformado desde 1785, para bien o para mal según se mire. Sigue respondiendo a las costumbres de los aristócratas, pero su discurso ha evolucionado según la epistemología de quién lo lea. Los monstruos se reconocen como individuos, y se exploran con matices y no extremos hiperbólicos.
En 1954 se publica “Historia de O” de la escritora francesa de seudónimo Pauline Réage. Esta es una de las últimas muestras de la literatura erótica bautizada por Sade. La historia de O responde a nuevos parámetros, ambiciones personales y pasiones. Bien podríamos seguir y reflexionar sobre obras de culto como Trópico de Cáncer de Henry Miller, o gran parte de la producción de Charles Bukowski, adentrarnos en el realismo sucio y su concepción de la erótica. Pero, lastimosamente, ese no es el rumbo que sigue la literatura erótica contemporánea.
Quiero destacar que, desde mi lectura, encuentro dos percepciones de la literatura erótica contemporánea. Podría considerarse por un lado la esteta y experimental, y por el otro la popular, o bien conocida ahora como mainstream. Profundizaré. En las del primer tipo, hay una conciencia sobre el discurso; el propósito no es solo revelar la naturaleza erótica, sino reflexionar sobre ella a partir de sus diferentes aristas, tanto políticas, culturales o sociales. Como bien destaca Thomas Lacqueur en uno de sus ensayos sobre Política de reproducción biológica, “Al hablar de la sexualidad, inevitablemente se habla de la sociedad”
En cambio, lo que arbitrariamente coloco en la categoría del mainstream, son producciones literarias que se enfocan en la ficción, que desarrollan una estructura específica. En echar el cuento y generar algunos vapores en el camino. Bien se puede estudiar el discurso en esta segunda categoría, pero dichas conclusiones solo pueden representar al sentimiento de la época, y no verdaderamente a una línea de pensamiento.
Si la modernidad estableció la escritura como oficio, la postmodernidad le consiguió el negocio. La erótica se consume como pornografía y han salido a flote varias escritoras. Hago hincapié en que estas novelas son escritas, en su mayoría, por mujeres casadas, amas de casa y que oscilan entre los 30 y 50 años. El arte se ha perdido, reemplazado por un lugar común eterno. La construcción de la trama queda a la merced del evento sexual. Por lo general, mujeres que se ven forzadas por circunstancias especiales a permanecer solas con hombres que detestan, para terminar enamorándose. Desde novelas eróticas ambientadas en el siglo XIX (por ejemplo, Jess Michaels), hasta sagas que mezclan los estereotipos góticos de vampiros y creaturas con la nueva ola erótica (como Larissa Ione y J. R. Ward).
Todo apunta a una estereotipación del género que rompe con cualquier exploración filosófica o discursiva que se pueda hacer más allá de la descripción sensorial. Con estructuras narrativas accesorias, que plantean la misma desviación de la posible clase productora joven y de “monstruos” viriles que no son tales, esta literatura la han deformado en menos de 300 años y se ha convertido en narrativas complacientes que no superan el concepto del summer read.
Y si a estas novelas les comenzaba a quedar grande la definición de eróticas, Fifty shades of Grey, de E.L. James, o la mejor campaña de marketing de la historia, no debe llamarse tal. Hay que entender que la nueva ola de novelas eróticas consiguió buen mercado gracias a las herramientas digitales, pero ese público era selecto. E.L. James y su publicista lo hicieron global. No sin antes perjudicar, de nuevo, el concepto de erótica. La autora rompió con lo establecido por Sade, no es una descripción del acto erótico, sino un simulacro de este. Y, a pesar de ser vendida como novela erótica, la sexualidad solo es accesoria para desarrollar dinámicas de poder en la estructura del relato. Según la socióloga Eva Illouz en una entrevista brillante en El País de España, donde reflexiona sobre la novela como reflejo del quiebre actual de la vida íntima, considera que:
Es una dominación de ficción, pero enmarcada en la fuerte nostalgia que experimentamos hoy respecto a unos roles de género más binarios y bien definidos, en el marco de una relación más clara, organizada y regulada. La incertidumbre del presente perjudica la implicación y la intensidad emocional de cada individuo.
Las cincuentas sombras han sido un fenómeno que va más allá de la literatura erótica, y que se ha convertido en tal no por el texto mismo, sino por la recepción de la sociedad. Esta novela trajo de vuelta la controversia que generó la erótica en el pasado, pero E.L. James no puede ser relacionada con la tradición de la sugerencia perfeccionada de los escritores eróticos. Sin más, cierro con esta reflexión:
Para aquellos que vieron la película en las salas de cine sin antes leer el libro, ¿no esperaban algo más sugerente, explícito pero delicado? Si fue así, que claramente no lo consiguieron, ahora entienden porqué. La novela no fue pensada para cubrir todos los deseos imaginados por el hombre, fue una promesa de aire que se extendió en 3 entregas de un material literario que no quedó claro.
Aunque, luego de esta promesa vacía, es ineludible una reconfiguración y nueva propuesta erótica que responda a las necesidades del hombre contemporáneo. Así que, E.L. James, gracias por demostrar la incomodidad y falsedad en la alcoba. Buenos escritores demostrarán lo contrario.
Libros citados
Carroll, Noel. The Philosophy of Horror, or Paradoxes of the Heart. New York, Routledge (1990) Web.
Ione, Larissa. Demonica Series. Estados Unidos (2008-2010) Web.
James, E.L. 50 shades of Grey. Inglaterra. Vintage Books (2011-2012) Web.
Michaels, Jess. Albright Sisters Trilogy. Estados Unidos, Avon Red (2007-2010) Web.
Réage, Pauline. Histoire d’O. Francia (1954) Impreso.
Sade, Donatiel Alphonse Francois de. Las 120 jornadas de Sodoma. Francia (1904) Impreso.
Ward, J. R. The Black Dagger Brotherhood Series. Estados Unidos, Penguin Group (2005-2010) Web.