En 1853, Putnam’s Magazine publicó, de manera anónima[1], un relato cuya influencia ha trascendido el solo ámbito literario. Me refiero a Bartleby the Scrivener: A Story of Wall Street escrito por Herman Melville, cuento o novela corta que, como se verá, propone una suerte de filosofía de vida. Por otro lado, en 1928 en Brasil, seis años después de la Semana de Arte Moderno de Sao Paulo, se publicó Macunaíma de Mario de Andrade, una “novela” que entre una de sus búsquedas está la de darle identidad a un conglomerado variopinto y multicolor como lo es el Brasil. ¿Qué imagen, qué pensamiento puede incluir a tan heterogéneo grupo? Entre las lecturas críticas de esta obra hay quienes ven en la figura de Macunaíma no un representante del Brasil sino del hombre contemporáneo. A partir de esa primera mirada encontramos relación entre el personaje creado por Andrade y Bartleby de Melville. Pero existe otro elemento que los une y es la destrucción del lenguaje
En 1993, mi madre decidió cambiarme de preescolar. Yo había decidido que prefería no seguir yendo a clases con una maestra que nos amenazaba a mis compañeros y a mí con cortarnos la lengua si hacíamos ruido durante la hora de la siesta. El problema de la destrucción del lenguaje y de la censura me han perseguido desde la infancia. Bartleby bien podría haber tenido una experiencia similar, siendo un subalterno mal pagado es claro que fue víctima de burlas, desagravios y de la censura. Simbólicamente, su lengua fue “cortada” producto de aquellos que son dueños del discurso oficial. Bartleby no puede imponer su lenguaje sobre el de los poderosos. Su única forma de salvación está en la propia destrucción del habla y de la palabra escrita.
Bartleby… ha sido estudiado no sólo por críticos literarios sino también por estudiosos de la filosofía y teóricos de la cultura. Su mítica frase “preferiría no hacerlo” suscita interrogantes sobre la libertad, la anarquía, la individualidad y la relación del hombre contemporáneo con su sociedad. El elemento central que nos interesa es cómo tanto el relato de Melville como la novela de Andrade presentan una preocupación por el hecho del lenguaje y su capacidad de disolverse a causa de la inconformidad y el tedio de la vida moderna. Pero, ¿por qué el hombre llega a ese estado de rechazo hacia sus valores y su contexto? Uno de los problemas ha sido el de las ansias de libertad. El individualismo, la conciencia del yo, el narcisismo, la preocupación por lo privado sobre lo público han permitido, también, el desarrollo de la no saciedad, de la no satisfacción.
Cuando Macunaíma repite, a lo largo de la novela, su frase “¡Ay, qué flojera!” le da un carácter de leitmotiv a su sentencia. Estas tres palabras que el personaje enuncia recurrentemente funcionan como mecanismo que le da identidad al héroe. Tanto “Ay, qué flojera” como “Preferiría no hacerlo” revelan la concepción vital de estos personajes la cual trasciende al individuo de nombre y apellido para que cualquier hombre contemporáneo pueda identificarse con ellos. ¿Por qué ocurre esto? En el caso de Macunaíma, porque su propio ser está hecho de fragmentos de otros seres, porque lo indio, lo negro, lo europeo recorren su corporeidad y su lenguaje. Andrade intentó que la figura de su héroe pudiese reflejar a todo el Brasil y no sólo una parte de él.
Por su parte, Bartleby se muestra como un típico oficinista de Wall Street, y aunque ese espacio representa el corazón financiero de América, la posibilidad de identificarse con el personaje va más allá de una cuestión localista. Bartleby es el modelo del hombre común de las ciudades modernas. Por supuesto, las dimensiones de ambos textos hacen que Andrade pueda desarrollar más el intento de formar un imaginario nacional, pero si nos quedásemos sólo con la “Carta a las icamiabas” se vería la diferencia entre cómo Andrade refleja en buena medida, en el lenguaje, las diversas ramas culturales del Brasil, mientras que en Bartleby…, el lenguaje lo que busca es potenciar la destrucción.
¿Hay algo apocalíptico en el relato de Melville? ¿Alguna visión fatalista sobre el fin de los imperios? Cronológicamente, Bartleby… es anterior al ya canónico texto de Spengler La decadencia de occidente. No podemos vincularlos salvo por el hecho de que hay una mirada desilusionadora: todo imperio —y el lenguaje es la mayor de las dominaciones— tiene un final.
¿Cómo se construye la figura de Macunaíma? A partir de fragmentos culturales. Macunaíma es un gran collage, un pastiche de ideas y costumbres que se reflejan en su lenguaje. Bartleby habla poco, Macunaíma no para de hablar. Bartleby desea desaparecer, dejar de existir. En cambio, sólo al final de la novela, tras darse cuenta del fracaso que es integrarse en la sociedad, Macunaíma quiere alejarse de ella pero sin perder el reconocimiento. Se vuelve estrella, deja el lenguaje de los hombres para asimilarse al lenguaje de los astros. Concepción mítica: lo divino y lo terrenal tienen códigos diferentes. Supera el terrenal y accede a una nueva lengua.
La relación de ambos personajes con el lenguaje tiene sus coincidencias y sus distinciones. Ambos utilizan la lengua como medio para expresar su inconformidad ante la vida. Sólo que Bartleby desea destruirla, hacerla desaparecer al dejar de escribir y de expresarse; mientras que Macunaíma, además, revela la debilidad que tiene el discurso para que la sociedad se sostenga sobre él. Esto último se ve en la “Carta a las icamiabas”, una epístola que el héroe escribe solicitando más cacao para convertirlo en dinero y poder mantener su vida en la urbe. El héroe brasileño escribe esa carta imitando el lenguaje culto utilizado por los académicos, sabios y burgueses de la ciudad, para enviársela a las indias de su tierra. Texto cargado de ironía y que recuerda al Gulliver de Jonathan Swift cuando parodia y se burla de las academias de ciencias. Macunaíma cree que haciendo más “precioso” su lenguaje, podrá obtener mejor lo que quiere. Parece no darse cuenta que la gente de su tierra no entenderá la lengua que está utilizando. Y es lo que ocurre al final de la novela. Cuando Macunaíma regresa a su tierra, tras recuperar la diadema que lo llevó a viajar hacia la ciudad, trae consigo un nuevo lenguaje, un nuevo imaginario, que no le funciona en su origen. Retomando a Spengler, quien habla que cada civilización pasa por cuatro etapas: juventud, crecimiento, florecimiento y decadencia, nos lleva a pensar que tras el florecimiento, es imposible regresar al estado de la infancia o juventud y sólo queda la decadencia. El viaje de Macunaíma le permite crecer —hacer más voluminoso y complejo su lenguaje— pero al decidir regresar a la infancia, chocan sus dos voces (la del origen con la de su ser adulto) y sólo le queda, por último, el decaer.
«Se hace así claro lo pequeña que es en realidad la fuerza del individuo frente a la potencia del lenguaje» esta frase de Wilhem von Humboldt engloba bien el problema que perviven quienes se acercan a Bartleby y escuchan su irrisoria frase. ¿Cómo combatirlo? El dueño de la oficina, los demás empleados y todos quienes se encuentran con Bartleby no pueden, por medio del lenguaje, imponer su voluntad sobre la del escribiente. Al contrario, Bartleby termina contagiando su lenguaje. Otros empleados empiezan a usar la construcción nominal de la frase o han añadido la palabra “preferir” a su vocabulario cotidiano. También, para Deleuze (2005), la fórmula de “preferiría…” es desoladora y termina agotando el lenguaje. Lo vuelve inútil. Bartleby termina por mostrar que el silencio deja sin fuerzas a cualquier hombre. Bartleby muestra que el lenguaje no tiene que llevar a dicotomías afirmación-negación. “Lo desolador de la formula consiste en que elimina tan despiadadamente lo preferible como cualquier no-preferencia particular” (Deleuze, 2005: 63). Bartleby no dictamina, sólo prefiere no tener que dictaminar. Dice Deleuze que la fórmula utilizada por el personaje de Melville “abre un vacío en el lenguaje” (Deleuze, 2005:67). Este vacío implica acabar con un código de control como lo es la lengua.
Acabar con el lenguaje es acabar con la esencia misma del hombre. ¿Qué mundo nos depara tras la muerte de la lengua? La respuesta de Macunaíma no es desalentadora: para trascender —ir más allá de lo humano; en su caso, convertirse en estrella— hay que superar las barreras de ese imperio llamado lenguaje. Se le destruye para transformarse en otra cosa. Por otra parte, Bartleby es la supresión de la potencia. El lenguaje y el pensamiento quedan desarticulados. El único acto posible es el de la liquidación de los sentidos. Luego de suprimirlos, de rechazarlos, de no poseerlos, la capacidad de acción desaparece. Bartleby termina en un estado aparentemente vegetal, sin habla, sin movimiento. Prefiere no hablar. Prefiere no actuar. Prefiere, solamente, ser potencia sin acto.
BIBLIOGRAFÍA
De Andrade, Mario (1979). Obra escogida. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
Melville, H., Deleuze, G., Agamben G., Pardo, J (2005). Preferiría no hacerlo. Valencia: Pre-textos.
[1] Bastante llamativo que el relato haya sido publicado anónimamente (posteriormente se le reconocería a Melville la autoría del texto); pareciese que la destrucción del lenguaje requiere la disolución del concepto de autor.