Ponencia leída en la XI Jornada de Jóvenes Críticos
Hoy caminamos por las muy transitadas calles de Shibuya, Akihabara o Shinjuku, todos distritos céntricos de la ciudad de Tokio, Japón, y veremos al doblar la esquina un Starbucks, un McDonald’s o una sucursal de Apple. A solo cincuenta metros de ello vemos un restaurante o un café de meseras con vestimenta al estilo メイド (Maid en inglés), vestimentas semejantes a las amas de llave de la usanza del sigo XVIII inglés; al igual que podremos ver un Karaoke o una tienda 24/7. Aunado a ello veremos entre los transeúntes y clientes de los mismos locales algún hombre con evidentes rasgos occidentales entre los orientales. A simple vista no causará mayor asombro, debido al indetenible y multicultural proceso de globalización, o el hecho mismo de que somos, nosotros, occidentales. Esto, bien lo veremos luego, ha permitido que la pequeña isla nipona, ubicada al extremo más oriental del continente asiático, se vea increíblemente afecta en su lengua y cultura; fenómeno que ni los mismos hablantes nacidos en Japón se percatan, o, al menos, le den la importancia que tal situación amerita.
Simples palabras y frases como “good morning”, “good job”, “pan”, “handsome” o “bed” tienen lugar hoy día en el habla cotidiana de un japonés promedio; puede ello no causar asombro, siquiera llamar la atención de un extranjero o aquel que se inicia en el estudio de la lengua debido a que este proceso de préstamo y adaptación de palabras foráneas se repite en cualquier lengua, dialecto, lenguaje, etc.; o, en el caso que no ocurra de esa manera, puede darse en menor medida o aplicada a determinados contextos como en español, específicamente en Venezuela, decir al momento de colocar combustible a un vehículo “full de 95” (siendo la palabra full un préstamo del inglés “full”, significando lleno).
Ocurre en el momento que se indaga el japonés con un corte clásico, un japonés parcializado o en la literatura que estos fenómenos de la morfología y la sintaxis no tiene un precedente formal, en realidad era completamente despreciable que existiera en Japón tal hecho. Es esto, en la medida en que hoy se da, un fenómeno descaradamente moderno y cercano a nosotros, temporalmente hablando. ¿Qué originó este fenómeno en el japonés? ¿A partir de qué momento el japonés se vio en una suerte de contagio producto de lenguas como el español, el inglés, el holandés (curiosamente todas occidentales)? ¿Cómo ocurre, generalizando la idea, la incursión de una lengua extranjera en otra?
No es sorpresa para ningún lingüista que esto ocurra en el japonés, en realidad en ninguna lengua. El latín, durante y después de la caída del Imperio Romano se vio en una suerte de debilitamiento al punto que se dialectizó y, producto de esto, nacieron el grupo de subramas de la lengua itálica, igualmente ocurrió con el llamado protoindoeuropeo. No es novedoso que tal situación se de en el japonés, veamos cómo un fenómeno parecido ha tenido lugar en esta lengua previamente:
Investigaciones realizadas por lingüistas como Leon Serafin, Roy Andrew Miller y el mismo Ednodio Quintero, éste último venezolano, todos japonólogos, es decir, estudiosos de los campos de conocimiento relacionados a Japón, afirman que el japonés es una subrama producto de una lengua madre llamada protojapónico, antecesora de lenguas como el ryukyuense, el okinawense, el miyako o el japonés estándar; esta lengua madre se especula que tuvo sus inicios a finales del período glacial en las islas de Honshu, Hokkaido, Shikoku, Kyushu y las islas Ryukyuenses, todas éstas islas que conforman el actual mapa de Japón.
Debido a la numerosa cantidad de islas que la configuran y la pronunciada geografía montañosa que abarca, el japonés se dialectizó en el período paleolítico y el llamado período de Jomon, este último caracterizado por ser el momento en la historia de Japón donde se dan las primeras manifestaciones artesanales. Sin embargo, en el período Kofun (250-538 d.C) el príncipe Shotoku y la emperatriz Suiko, monarcas de Japón a finales del siglo VI d.C, producto de su admiración a la estructura política y social del Imperio Chino y Corea, sumado al hecho que ellos habitaron y compartieron con las nombradas naciones, se hizo un abierto espacio de comercio, tránsito y trato diplomático entre ellos, haciendo que un primer fenómeno lingüístico incursionara en la lengua japonesa. Producto de esto nace el primer sistema de escritura japonés, el Kanji, el cual buscaba emular el sistema de escritura chino. Se unifican así los dialectos del japonés para que así nazca un idioma sólido que unifique esta nación fragmentada, aunque esto causara que determinados aspectos del primer japonés hablado se perdiera y naciera un japonés popular con influencia china y coreana.
Ya con una lengua popular establecida, el surgimiento de una clase aristocrática y la consolidación de un sistema imperial, Japón se forma como una nueva nación naciente de oriente. Se da en el período Heian (794-1185 d.C) el surgimiento igualmente de la clase samurái, los clanes y el shogunato. Japón ahora muestra una equivalencia, o al menos se estabiliza, política y militarmente con sus naciones vecinas.
Luego del período Heian se da el período Kamakura y el Muromachi, donde se dan una cadena de elementos que definen a Japón culturalmente. Nace el Kana (sistema fonético y gráfico que recoge todo el silabario de la lengua japonesa), causando así un distanciamiento entre una primera escritura de origen chino a un sistema consolidado y organizado para la escritura del japonés, e igualmente se dan las primeras manifestaciones literarias conocidas como monogatari, equivalente esto a nosotros como novela; se desarrolla el canto formalmente hablando, la representación pictórica, la ceremonia de té y el ikebana.
Sin embargo, aunque se dieron estos períodos de bonanza y surgimiento en Japón, donde la sociedad mostró un evidente crecimiento; la literatura y el arte se convirtieron en el sentido de identidad de la cultura nipona, se da un suceso que los llevó a terribles pesares, o, al menos, tuvo influencia en cierta medida, tales como hambrunas y conflictos bélicos internos por al menos dos siglos, la llegada de los occidentales.
En la primera mitad del siglo XVI los portugueses, españoles y holandeses tuvieron una cercana interacción con los pueblos del sur, donde dieron a conocer el uso del arma de fuego, la construcción de enormes embarcaciones, comercio de vestimentas y áreas textiles, y, específicamente, la propagación del cristianismo. Las misiones jesuitas tuvieron una participación bastante activa en los viajes a Japón, entre estos encontramos a san Francisco Javier, quien entre sus misiones por la India y parte de China llegó a las Islas de Kyushu. Fue en un principio bien recibido toda aquella misiva de occidente, pero luego el shogunato, quienes veían a los extranjeros comerciantes y misioneros como una posible amenaza posterior, tomando como modelo la brutal conquista realizada en las islas filipinas por los españoles, tomaron la decisión de cerrar todos los puertos de Japón y expulsar, igualmente, a los nominados invasores o “bárbaros del sur”, manteniendo trato comercial abierto únicamente con China, Corea y Holanda. Japón se expuso al aislamiento por la protección de su identidad e intereses políticos y económicos, período conocido como el Sakoku.
El aislamiento se ve violentado en el momento que Matthew Perry, militar del ejército y la marina mercante de los Estados Unidos, llega en 1853 con la amenaza de que los Estados Unidos de América da un año exacto para que los puertos nipones sean completamente abiertos al mundo. Si la orden no era acatada, la flota de Perry asediaría todas las costas del Edo.
Aunque en ese plazo de tiempo el emperador ordenó la construcción de altas murallas y fortificar en armamento las costas en defensa de una invasión o ataque, se accede al libre comercio en 1854, año en que regresan, y el edicto de repulsión de barcos extranjeros, que ya en 1842 trataba de integrar naciones extranjeras, queda abolido. Es con esto que nuevamente las naciones de occidente tienen libre trato comercial y se establecen diversas embajadas, partiendo de la americana, en la isla.
Aunado a la caída del shogunado retoma fuerza nuevamente la figura del emperador que había quedado reducida en poder producto de los primeros, las clases aristocráticas y los samuráis; el emperador funcionaba como mero artífice o figura política sin mayor participación en el estado. Se inicia en el período Meiji (1868-1912) un proceso imperial orientado a la conquista de las zonas más orientales del continente: se anexa al mapa del imperio sectores del este de China, Corea toda y se nombra como provincias las islas filipinas, Indonesia, Tailandia, Vietnam, Taiwán y parte de la isla de Sajalín en Rusia, aunque algunas de estas últimas no hubiesen nacido como naciones independientes como tal. Es producto de todos estos movimientos de expansión territorial donde Japón hace declaraciones de guerra abiertas como la guerra sino-japonesa, la guerra ruso-japonesa o su primera guerra con aliados occidentales en la Primera Guerra Mundial.
Con esto igualmente el Imperio japonés participa en la Segunda Guerra Mundial de parte de las Potencias de Eje. En el enfrentamiento en contra de los americanos se exponen a la mayor pérdida militar y ciudadana que nunca antes se diera. En agosto de 1945 los americanos impactan dos bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Marca el fin de la guerra en Japón y la consolidación de la victoria de los Estados Unidos. La sacra figura del emperador se ve manchada, el ejército imperial debilitado y la población empobrecida y diezmada; dos años después se desintegra el Imperio japonés. Japón se encuentra a merced de occidente, muestra de tal hecho se ve cómo el japonés se vio obligado a aceptar y adaptar palabras y frases dentro de su sistema lingüístico proveniente del inglés.
El katakana, sistema silábico-escrito, el cual fue utilizado en un primer momento para uso didáctico con monjes budistas en el siglo IX para la enseñanza del japonés, ahora es utilizado para la representación de onomatopeyas, telegramas y la adjunción de palabras y nombres extranjeros al idioma. El sistema escrito se ve completamente permeado por la abierta aceptación de las lenguas dominantes extranjeras en el proceso.
La inmersión de occidente en los nipones llega a tales niveles que el estilo de vida, el cual previamente se veía influenciado por la perspectiva del Edo y la idea imperial-conservadora, queda de lado. Un japonés que frecuentaba dormir en un futon o un tatami ahora lo hará en una cama. ¿Acaso no es lo normal dormir en una cama? Para occidente lo ha sido por siglos, para Japón es una invención completamente novedosa. El futon y el tatami quedan en la vida y consumo del japonés como elementos secundarios de uso, la cama, ベッド (del inglés bed), se hace elemento de rutina. Igualmente se integrarán palabras como cuchillo (ナイフ=knife), cassette (カセット), café (コーヒー=coffee), llave inglesa (スパナ=Spanner), regalo (プレゼント=gift), guitarra (ギター=guitar), baile (ダンス=dance), fiesta (パーティー=party), rival (ライバル=rival), baño (トイレ). ¿Acaso para fiesta, baile, rival o baño el término japonés no es igual en su carga semántica, o al menos cercano, así podría evitarse la adaptación del inglés? El contacto entre culturas llega al punto tal que buscando la simplificación y contacto anglosajón el término primario, en este caso お手洗い para referir a baño, queda en desuso y termina funcionando como arcaísmo.
Hoy, año 2014, después de cien años desde la primera vez que Japón se muestra de manera directa y en apoyo con países occidentales para la empresa de la guerra, su contacto y asimilación con lenguas y culturas del mundo es inminente. Empresas como Toyota, Nintendo, Mitsubishi, Square Enix, Toshiba, Canon, Nikon; sin contar el turismo y la pronunciada inmigración de parte y parte hace que el trabajo y contacto de culturas se facilite y la lengua japonesa cambie de manera acelerada y violenta.
El japonés se expone al fenómeno que Blas Arroyo define como “superretrato” o “los préstamos que ha dejado la lengua de un pueblo conquistador obre las lenguas del territorio conquistado”.
“Desde el punto de vista sociolingüístico, las cosas ya no son tan fáciles de asumir, puesto que hablamos de las lenguas minoritarias que reciben la huella de otros idiomas –mayoritarios–, en lo que se perfila como una influencia ‘colonial’, que no puede sino suponer un descrédito para las primeras”. (Blas Arroyo, José. 2005: 542).