Un emblema para una Escuela sin sede: El monotipo de Gerd Leufert para la Escuela de Artes

Ponencia leída en la XI Jornada de Jóvenes Críticos

Sabemos que hoy en día la finalidad práctica de un emblema es, a fin de cuentas, la de identificar una institución, una empresa, una persona o cualquier cosa que precise de una asociación mental. El emblema es como un link, no hace falta más que una imagen para llevarnos al contenido.

     Leufert nos propone otra manera de ver. Nos relacionamos con su emblemática más estéticamente que de manera comercial. Me atrevo a decir que es una manera de ver desde el sentimiento o desde la simpatía. Hecho que, lejos de minimizar, optimiza la función del emblema, porque un objeto bello o interesante es mucho más llamativo y quedará impreso en la memoria. No podíamos esperar menos de él, fue un artista multifacético, ejerció una incansable búsqueda creativa que derivó, además de en el diseño gráfico, en la pintura, la escultura y la fotografía.

     Por lo tanto no es posible pensar que todas estas experimentaciones en otras áreas no permearan en la creación de los monotipos. Hay allí un indudable juego artístico; no se trata únicamente de unas iniciales superpuestas, Leufert busca sorprender, inquietar y atrapar al lector.

     Por eso hoy pensaremos en los emblemas como objetos de arte, es decir, como obras que nos transmiten algo más. No podríamos describir únicamente las cualidades técnicas (esto de título, fecha, material, medidas etc.) sin sentir que estamos dejando de lado la condición artística del emblema y el efecto que causan tanto en el espectador individual como en el imaginario colectivo. Porque por ejemplo, ¿quién al hablar del aeropuerto internacional de Maiquetía no piensa inmediatamente en su emblema? o ¿quién no se ha preguntado al verlo qué forma sugiere?

Escuela de Artes, UCV
Escuela de Artes, UCV

     Pero no es este monotipo el que nos interesa especialmente, si no el que fue creado por Leufert para la recién fundada Escuela de Artes de la UCV en el año 1978. La iniciativa de fundar la Escuela surgió por la necesidad de abrir un campo de investigación enfocado en la historia de las expresiones artísticas, sus fundamentos teóricos y su relación con la sociedad. Además de la necesidad de tender puentes entre la Universidad y las instituciones culturales, la promoción de nuevas manifestaciones artísticas y al mismo tiempo ofrecer a estudiantes de otras escuelas la oportunidad de cursar materias electivas en la Escuela de Artes. En el primer pensum se reconoce que:

(…) el arte (por supuesto que no sólo el arte) dota al presente de otros significados, revela, incita, establece relaciones, entre hechos aparentemente inconexos, contribuye a despejar lo oculto, saca de la curiosidad mecanismos inconscientes del comportamiento; puede motivarnos para transformar emociones en fuerzas históricas; en suma, hace menos menesterosas las carencias; y si, además, contribuye a reafirmar nuestra identidad, contribuye también a realizar la nación. (UCV, 1978:6)

     No podría esperarse poco de una Escuela con semejante promesa. En los primeros tiempos contaba únicamente con tres profesores de planta, muy poco presupuesto y sin aulas para impartir clases. Sin embargo durante más de treinta años, y el trabajo de los sucesivos directores de la Escuela (Inocente Palacios, Nelly Barbieri, Daniel Salas, Christiane Dimitriades, Isaac Chocrón, Mariantonia Palacios, Xiomara Moreno, Hugo Quintana y Juan Francisco Sans) junto con profesores, alumnos y empleados, nuestra Escuela de Artes ha llegado a ser un importante órgano cultural con el compromiso de colaborar activamente con el país.

     Fue encargado para la Escuela de artes un emblema a Gerd Leufert, quién para esa época ya era un reconocidísimo diseñador-artista en el país y que además había sido profesor de la Escuela de Arquitectura de la misma universidad. No hay registros de quién lo encargó ni en que año, pero suponemos que fue en la gestión de Inocente Palacios, primer director de la Escuela. El emblema entró en desuso y luego se extravió el arte final; o quizás entró en desuso porque se perdió. Lo que sabemos es que fue recuperado nuevamente en la gestión siguiente (1987-1990), por Nelly Barbieri, quien a propósito de éste tema expone:

Se rescató el Logo de la Escuela diseñado por Gerd Leufert. Nadie sabía que existía este Logo; a mí me lo comentaron, e investigando, lo encontré en un libro en el Museo de Bellas Artes, donde están todos los diseños que él realizó. Se habló con este artista, quien de una manera muy entusiasta cedió entonces el logo.

     Esto nos hace pensar que ya en aquella época se había perdido el registro y ni siquiera se conocía la existencia del emblema, ya que la entonces directora de la Escuela lo descubrióen algún libro, quizás La emblemática. A pesar de haber sido recuperado y posiblemente redibujado por Waleska Belisario, el arte final no ha llegado tampoco a nuestros días.

   Describamos nuestro emblema con palabras de Gloria Carnevali. Ha sido construido de esta manera:

Una barra central de bordes paralelos es progresiva y especularmente modificada en su grosor, (…) la barra central disminuye al trasladarse, con lo que la imagen se proyecta en una doble ambigüedad: puede ser considerada como algo que está por encima o por debajo de la línea de horizonte y cuya curvatura es a la vez cóncava y convexa.

     Es una progresión imposible, es un monotipo con una estructura serial que no sigue un orden natural, entra y sale al mismo tiempo. Nos causa desconcierto, es abierto y provoca múltiples lecturas; podríamos imaginar que sigue y se pierde en el infinito.

     Este emblema corresponde a una de las formas de trabajar de Leufert, otros emblemas que se le parecen son, por ejemplo, el de la Universidad Pedagógica Libertador, el de la editorial Monte Ávila y el de la Universidad Simón Bolívar. Miguel Arroyo habla resueltamente sobre estas experimentaciones visuales de Leufert:

Su gran experiencia en el campo de lo visual le ha creado una especie de horror instintivo por toda armonía justa o ya trajinada. Sus esfuerzos se dirigen a lograr la armonía peligrosa que le permita caminar, sin caerse, por esa cuerda floja que él mismo ha instalado.

     Tenemos claro entonces que Leufert, más que un diseñador, era en principio un creador de imágenes. Lo que lleva a preguntarnos ¿en qué pensó al crearlo? ¿qué hay de una escuela de artes en la progresión imposible de nuestro emblema?.

     La profesora Mariantonia Palacios piensa en el emblema como algo en construcción, en crecimiento perpetuo. La diseñadora y tesista de la Escuela de artes Lya Bonilla considera que no hay aparentemente una relación directa del emblema con la institución, pero es cautivador y tiene un valor tanto gráfico como artístico. A Nelly Barbieri, quién se desempeñara como directora de la escuela, el emblema le trasmite movimiento, acción y evolución. Varios estudiantes de la escuela de artes manifestaron que el emblema se les parecía quizás a un pentagrama musical, a algo que se está cayendo, a un elemento estructural, a dos formas rebatidas por un espejo, a carpetas o libros apilados, a un mural o a los peldaños de una escalera, hasta hubo quién dijo que parecía un pez.

     Los diseñadores Juan Mercerón y Giorellis Niño, quienes hace un par de años han restaurado el monotipo para la revista de la Escuela Agujero Negro, refiriéndose al emblema indicaron que:

De parecerse a algo no se nos parece a nada, Leufert nos engaña con ese emblema-artificio. Artificio en el sentido del doblez (doble, triple, infinitas lecturas de la imagen) y la maestría de su construcción de la mano del artista. ¿Que representa a la escuela de Artes? Indudablemente sí, es emblemática en su más clara función. ¿Que tiene que ver o representa el arte? Una definición de la DRAE para la palabra arte es: maña (manĭa, habilidad manual) y maña es: artificio (Arte, primor, ingenio o habilidad con que está hecho algo).

     Para Waleska Belisario, que trabajó muchos años en el taller de Leufert podría parecerse a las páginas de un libro o los marcos de un cuadro, pero Belisario nos confiesa que Leufert realizaba ejercicios y los utilizaba para diferentes fines. Hay ejercicios que no tienen dueño, es decir, que son únicamente piezas de diseño de arte, cómo por ejemplo Las Nenias. También hay emblemas claramente hechos a la medida del cliente, como por ejemplo el del Instituto de Diseño Neuman, el del Museo de Bellas Artes de Caracas o el del Teatro Estable de Maracay. Pero hay otro tipo de ejercicios que Leufert realizaba y guardaba a la espera de algún cliente que precisara un emblema, y que él luego escogía según su afinidad.

     Si este es nuestro caso particular, y nuestro emblema no fue creado específicamente y a la medida de la escuela, no hace falta indagar más en aspectos técnicos e históricos: pensemos que Leufert nos legó un emblema de múltiples lecturas para que nosotros, amantes del juego ambiguo del arte, podamos ser continuamente sorprendidos.

Referencias

Carnevali, Gloria (1988) Entre el rigor y la fantasía: Gerd Leufert como diseñador 1957-1988. Editorial Arte, Caracas.

Arroyo, Miguel “Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas”. Revista Punto 48-50:  p. 115.

Kizer, Gabriela (2010) Retrospectiva de la Escuela de Artes: 1978-2008. Universidad Central de Venezuela, Caracas.

Universidad Central deVenezuela, Facultad de Humanidades y Educación. Actas del Consejo de Facultad. Archivo Histórico 1949-1978. Caracas: Autor (AF)

Carnevali, Gloria (1988) Entre el rigor y la fantasía: Gerd Leufert como diseñador 1957-1988. Editorial Arte, Caracas.

Arroyo, Miguel “Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas”. Revista Punto 48-50:  p. 115