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Haber sido avión, experimento secreto
demostración millonaria, supersónico vuelo,
acrobacias, furtivo bombardeo y fuego,
gloria entre infames, pieza mecánica,
pura aviónica virtual,
luego la modernización, el reemplazo
la reventa en países que así permanecen
inofensivos, la baja y el retiro
el depósito y el desguace
el olvido y el reciclado
más latitas de aluminio
o las prótesis de titanio.
Pero en cambio,
dos labios nos atraviesan el cuello,
qué desperdicio de materiales.
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Es el año mil diez de nuestra era
Parado en la torre más alta de la abadía
y a punto de probar su invención
el monje benedictino
Elmer de Melmesbury
repite un viejo haiku bizantino
aviones medievales,
piedra y madera,
vuelan gracias a Dios
Las iluminaciones
de las piernas destrozadas por el aterrizaje
pueblan los manuscritos amanuenses
y han alimentado el morbo de los cristianos
por siglos.
Remolques Etendard
A nosotros mismos
“Son causa de ineptitud:
Insuficiente agudeza visual lejana. Se tolerará hasta un mínimo de 7/10 en cada ojo sin
corrección óptica siempre que la visión en cada ojo sea de 10/10 con corrección (…)»,
Reglamento de admisión de la Escuela de suboficiales de la Fuerza Aérea.”
Remolques Etendard,
Pavón 2315, C.A.B.A., Argentina
+5411-4139-4512,
info@remolquesetendard.com.ar
¿cuál de nosotros hace guardia cada noche para velarnos el sueño?
*
A los cinco años uno de nosotros dijo
cuando sea grande
quiero ser piloto de avión de guerra
Nunca fuimos tan intrépidos como entonces
pero si nacimos con casi todas las ventajas posibles
podríamos haber sido también cadetes
de la escuela de aviación militar.
Con honores, ya egresados, habríamos
hecho carrera de oficial y con suerte
nos habríamos probado en la aviación
naval, mucho mejor ponderada,
y quién dice con sacrificio
llegar a Brasil y practicar aterrizajes
sobre las pistas que flotan en el mar.
Luego habríamos vuelto al país
para vivir en Córdoba capital,
cerca de nuestra base operativa.
En edad de merecer nos casamos
con la primera Amalia cristiana
que aceptó nuestra Iglesia Rusa.
Tuvimos dos hijos
Federico Miguel, para continuar
con la universal belleza del Nombre
y Julia Inés, la necesaria niña
completementaria.
Para entonces Alférez, visitábamos
a nuestra madre en Buenos Aires;
recordábamos en cada encuentro
aquella vez que a los doce años
nos llevó a nuestro vuelo bautismo.
Con qué alegría incontenible
agradecimos la visionaria sorpresa
y no como dicen otros por acá,
que afirman que a mitad de camino
más allá de La Plata, entre llanto y pataleo
por volver a casa rogamos
porque miedo
le tendremos a la altura
pero nadie sabrá del terror
que nos arranca la velocidad-.
Volaríamos con destreza las carcazas importadas
dueños de renombre, desconocidos del fracaso
para añorar con nostalgia prestada
lo que recuerda algún oficial de rango
opaco.
Después del divorcio, nos mudamos a Mendoza,
nos volvimos a juntar, pero las cosas cambiaron.
Al tiempo se alejó Federico Miguel,
jugador de hockey prometedor, una lástima:
partió a Buenos Aires para estudiar cine.
Nuestra Julia quedaría acá, casada
finalmente con un médico de Río Cuarto.
Siempre resto de nuestro orgullo,
la única que nos ama incondicionalmente.
Ya Primer Teniente, un canallada astuta
nos involucraría en una causa
por una malversada compra de arsenal
y acaso para salvar otras caras, otros pasados
deshonrados y en desgracia,
bajo otro nombre, huimos a Buenos Aires.
Federico Miguel, por hilacha sanguínea,
nos daría refugio en un monoambiente.
Así supimos de su carrera y de la frustrada
militancia de la obra del ochentoso poeta neocursi
Fioktist Sokolowski, antecesor lejano
y tan vergonzoso
para nuestra familia.
En la miseria reconciliados
Una tarde por Constitución descubrimos
los camiones de la Remolques Mirage
y al borde de la quiebra inminente,
sentimos una fascinación por la triste ironía
Volvimos corriendo y al mes
con ahorros de la esmerada Julia
compramos un galpón en Haedo
para fundar juntos Remolques Étendard.
*
¿qué clase de miopía galopante nos apartó
de tan promisorio pasado por venir?
alguien acá todavía sugiere con miedo
que siempre estamos a tiempo
de la cirugía de córneas.
¿cuál de nosotros hace guardia cada noche para velarnos el sueño?
Federico Gonzalez nació en Quilmes en el ’94. Hoy es profesor y licenciado en Letras. Alguna vez tendrá su taller de carpintería. Nunca podrá ser piloto de aviones. Mientras tanto -y todo el tiempo- escritor y políglota incompleto. Hace poco más de dos años, empezó a leer sus textos en ciclos de poesía y slams. En el marco del programa Radar Juventud del Centro Cultural Recoleta participó de proyectos y publicaciones del colectivo Todxs lxs chicxs y «Ctrl+Poesía», además de pequeñas publicaciones en revistas y fanzines de Buenos Aires. Tiempo atrás, empezó a trabajar con Julia D’Anunzzio y Agustín Gautier en la recopilación y edición de la obra poética, los diarios y la correspondencia del poeta argentino-bielorruso de los ochenta, Fioktist Sokolowski.
Selección de Julia Kornberg.
Imagen de cocoparisienne en Pixabay