Una vez dormí contigo
y con tu gato desahuciado
debí saberlo entonces
eras incapaz de sostener el universo.
(a Stephen Hawking)
—
Voy a tener ausentes y lobos
por no hablar de mi abominable educación
en praxis, ontología o estética
y demás resabios del hastío.
Mi vida tendrá irrupciones
Ares para humillar
Orfeo para mentir
habrá sátiros, estrellas beatas
mi vida tendrá enjambres
salvajes, fotógrafos
juegos de súcubo
y notables incontinencias
llenaré cajones de celuloide y polillas
dormiré poco maleable
infecta y culpable de mis polizontes.
Debo equivocarme de semen
hablar de morir antes de tiempo
como una adolescente que se da mucha importancia
decir tigre, abedul, conejo y violeta
conjurar carne penitente
debo reconocer que una mente arruinada
no distingue entre demonio y compromiso
debo convencerme de que el estallido
y los planetas resultantes
no fueron en vano.
—
Crecer es asesinar al padre, te dicen.
Pero cuando yo veo a mi padre
encuentro al niño
hambrienta miniatura corriendo por el monte
cazador de tucusitos con una gomera
que le temía a su abuela por bruja y lujuriosa.
Yo no puedo matar a un niño
le tengo pena
ahora que ha envejecido
y habla de las mismas cosas
recordándome que debo cavar un hueco
y amarlo para siempre.
—
En el colegio católico sucedían estas cosas:
Yo tenía diez años
(la cara redonda, las rodillas rotas)
entonces algún compañerito me interrogaba
sobre el oficio de mis padres
y yo no encontraba con apenas una década sobre la tierra
cómo bregar con la vergüenza que en aquel entonces
aparecía como un espanto en la barriga:
Papá vende animalitos y terminales*
por las tardes sale en su moto
mamá se la pasa todo el día gritando
y mis hermanas quieren crecer y largarse.
Después supe que desperdicié mis años de inocencia
preguntándome si alguna vez me pondrían
como reina del Carnaval
y si de verdad pertenecíamos a la clase media.
(Para Manuel Gerardo Sánchez)
—
*Juegos de azar.
Todos los poemas pertenecen al libro inédito El dinosaurio blanco
Ilustración de la autora