Te llaman y te dicen:
“Tu país se murió”
sin mucho rodeo.
Preguntas “¿Pero cómo?”
“No pudimos hacer nada”, responden.
Y piensas
que no estaba tan viejo,
que apenas hace unos siglos
lo habían descubierto:
parece ayer
cuando llegó
la luz eléctrica.
Que tú y él estaban empezando.
Que recién se habían conocido.
Que hace nada se sentó contigo
a mostrarte las fotos de su infancia.
Y se veía tan joven
vigoroso
algunas lo mostraban demás
y eran
un poco comprometedoras
pero tú y tu país se reían:
cómplices.
Abres el periódico
buscando el obituario
quieres ir al entierro
de tu país
pero apenas encuentras
en un cuadrado pequeño
casi ilegible
las coordenadas del funeral.
Te dices:
“Mi país murió solo”
porque nadie
se ocupó de darle
una primera plana.
Vas por la calle
te sorprende como
todo está normal
preguntas
“¿Se enteraron de la muerte
de mi país?”
Pero parece que nadie sabe nada
algunos hasta te responden
de una manera poco educada:
“¿Cuál país?”
Al fin llegas
vestido de negro
a donde supuestamente
lo enterrarán
y hay uno que otro afligido
quieres dar el pésame
pero no sabes a quién
intentas averiguar
cómo fue que murió
qué enfermedad tenía
si fue fulminante
si sufrió
si la muerte lo sorprendió
estando dormido
pero nadie dice nada
y te hallas completamente
solo
despidiéndote
de tu país
sin saber
en qué hombro
llorarlo.
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