Agónica espera supermanica por Francisco Gutiérrez

 

Los bostezos no solo se contagian de persona a persona,

Sino también de especie a especie.

DOUGLAS COUPLAND, el ladrón de chicles.

Superman está en la punta del rascacielos mirando al vacío…

su mente está tranquila,

hay una musiquita de fondo  como de espera telefónica,

entre la niebla que se evapora en sus pensamientos,

él ahora mismo es un teléfono descolgado;

la ciudad parece en armonía…

sólo el susurro de los automóviles rompe la calma de elevador

de la punta del David planet.

Que aburrido esperar que algo se desmorone, piensa,

estar al acecho de la maldad para expresar sus rasgos superheroícos ,

la maldad debería reinar en un mundo de seres tan indefensos,

su labor debería ser más sencilla y entretenida.

QUE ABURRIMIENTO, se desliza una banda en su cabeza a lo universal studios

la imagen del planetita  que empieza a ser rodeado por inmensas letras.

Superman rostiza una paloma que le pasa por un lado

con su rayo laser nomás para matar el tiempo,

con suerte esa paloma se convertirá en proyectil

y se estampara con algún vidrio de automóvil

creando un accidente vial, en el que con mucha suerte,

salvara a un bebé que se  encuentre en una situación límite;

se imagina los reflectores de la prensa, y la ansiedad lo posee,

ensaya su mentón de ganador para las fotografías,

como quisiera que algo se saliera de control,

Pero ahora mismo no pasa nada,

que aburrida es la vida de los hombres;

el trabajo de Clark Kent es aún más aburrido que la espera del desastre…

él en su condición de semi-dios sabe que su vida está hecha para la adrenalina,

como quisiera  tener poderes telequinesicos para desgastar algunas vigas

y evitar que se caiga un rascacielos o que se descarrile un tren,

o que se desplome un teleférico  y no ser visto,

como spiderman en la película…

y de pronto el resentimiento lo invade,

y se lamenta de estar rodeado de seres tan simples,

que quisiera perder el control  y  aplastarlos con su inmensa fuerza

y regresar a Kripton…

calcinarlos con su rayo hasta que imploraran piedad;

Ni siquiera sirven para entretenerlo, solo tiene a mano , ladrones de poca monta,

riñas familiares, pleitos de pandillas, lujuriosas violaciones, terroristas y

narcomenudeo,

nada espectacular, para eso está la policía o el ejército.

Un Júpiter como él solo puede rebajarse a historias con contenido emocional,

solo puede colocarse en el ojo del huracán,

situaciones en las que el destino de la humanidad se vea comprometido,

pero ahora mismo no pasa nada, el mundo está en paz.

Alguna vez un escritor dijo que quien podía con el aburrimiento era invencible,

Él ahora mismo  no puede con ello,

será un día difícil, el alprazolam y el whisky lo esperan sobre el taburete,

solo tiene ganas de dormir,

que aburrimiento;

si pudiera se tiraría al vacío, pero vuela.


Francisco Alberto Gutiérrez González (Hermosillo, Sonora, México.1989): Es estudiante de lingüística en la Universidad de Sonora. Interesado en la labor poética, ha sido publicado en 3 ocasiones. Una por la revista Hayaza No.20 (2016) del departamento de letras y lingüística de la Universidad de Sonora, otra por la revista independiente Mala Palabra No.0 (2016)  bajo el seudónimo de Mr. Muerte. Por último por la revista independiente La Nave Errante No. 1. (2017).  Ha sido publicado en varias revistas en línea de poesía,  entre las cuales se encuentran las revistas “El Humo” “Hologramma” ”Digo.palabra.txt” y pertenece a la antología en línea “Poetas del siglo XXI”. También ha colaborado en varias ocasiones en la organización y lectura de obra poética en el encuentro anual de escritores Horas de Junio, organizado por la Universidad de Sonora (2012, 2013, 2015, 2017). En 2012 perteneció al movimiento poético sonorense “Los poetas del fin del mundo” con el que coexistió en inquietud literaria todo ese año. Amante de la cultura pop, Francisco intenta plasmar en su obra,  la tristeza de una era gobernada por la influencia de los iconos populares nacionales e internacionales; convirtiendo su poesía en una cascada de referentes, muy a lo posmo el manfleis.