El último puntero de la soledad

simon diazNi mi generación, ni las que me siguen podremos entender nunca por qué Simón Díaz fue tan importante para los venezolanos. Cuando crecí, ya era leyenda y el tío de todos aunque nunca lo conocí. Su programa ya había salido del aire así que jamás supe qué contestaba, y salvo las ocasionales parrilladas llaneras o los actos escolares de rigor, raras veces oía una tonada o un joropo de Díaz.  Sin embargo, acaso por esa ignorancia, nosotros tengamos la ventaja, y la distancia nos ayude a conocerlo mejor.

En un concierto del año 1999, Díaz celebraba cincuenta años de vida artística haciendo un recuento de su experiencia como llanero y cantautor. En la introducción a la Tonada del cabrestero, explicó cómo ocurría el paso de la vacada en el cambio de estación, el puntero en la soledad, primero de los vaqueros, va llamando al ganado: “parece que las traía amarradas, pero no las traía amarradas, las traía amarradas con un canto”, dijo. El puntero, como Florentino, es el que se enfrenta con lo desconocido, con el Diablo, y consigo mismo,  es el que allana el camino para que pase la vacada y es el que siempre está solo. Invisible, amarra.

Yo no creo que Simón Díaz fuera importante porque logró venderle una canción a Plácido Domingo, a Caetano Veloso y cuanto artista internacional pisara el país. Su querencia no era lo que lo hacía grande, ni su humor (que para eso tenía a su hermano Joselo), ni siquiera su habilidad compositiva, era esa capacidad de tenernos atados con su canto. Invisible para nosotros, que nunca lo conocimos, nos lleva amarrados a todos en una tonada. Todas las melosidades y cursilerías que se dicen y se dirán de él son el producto de ese talento absoluto que tenía para enfrentarnos a nosotros mismos.

Aprendí a disfrutar de la música de Díaz ya bastante mayor, cuando había superado el trauma de  Caballo viejo y Mercedes, cuando ya no era mi tío, cuando olvidé que era leyenda. Ojalá las generaciones que sigan lo recuerden como el último que, a través de la sabana, nos confrontó con nuestra sabana individual y despojado de su halo de santo patrono del liki liki, llegue el día en que lo recuerden como el último puntero de la soledad.