El significado de la heroicidad: Un anhelo anti- distópico o una extravagancia pasional de nuestro subconsciente

Ponencia leída en la XI Jornada de Jóvenes Críticos

El humano es un ser tremendamente insignificante y probablemente una de las criaturas más atormentadas que han existido en nuestro infinito universo. No estoy diciendo esto necesariamente como algo malo, simplemente como un hecho irrefutable, algo que es y punto. Sin embargo este hecho ha traído como consecuencia, ya sea para bien o para mal, que el ser humano se cuestione numerosas cosas a lo largo de su vida y por supuesto llegue un momento en que se cuestione su propia existencia y su propia pequeñez.

   Es aquí donde yo considero que entra en juego el término del “héroe” y de “heroicidad”, los cuales usaré desde un punto de vista netamente “moderno”.

   ¿Por qué? Porque este cuestionamiento de sí mismo y de su pequeñez e insignificancia no es alguna crisis de momento, sino un ciclo permanente, existencial que ronda y ronda en lo más profundo de nuestra mente desde el momento en que nacemos y que sale a resurgir una vez que poseemos ciertos conocimientos del mundo que nos rodea. ¿Quiénes somos y por qué estamos aquí? ¿Es nuestra existencia un agujero de preguntas sin respuestas destinada al completo olvido? ¿Somos una masa incolora, inútil e indefensa ante los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor? Vamos a prestar especial atención a esta última pregunta y a responderla diciendo que sí, pero también que no. Hemos, en efecto diseñado una suerte de respuesta a esta inquietud, incoherente o no, no lo sé, pero que indudablemente ha marcado un efecto en la sociedad y que ha buscado enaltecer y engrandecer la existencia de los seres humanos: los héroes.

   Todos sabemos lo que es un héroe desde un punto de vista práctico: un individuo que por ciertas razones decide proteger a los demás de fuerzas “oscuras” y “caóticas” y que por lo general posee algún atributo físico, intelectual y/o material, superior al común denominador. Pero vamos a considerar esta afirmación como una definición muy superficial. Vamos a profundizar un poco más. ¿Qué es lo que hace a un individuo verdaderamente un héroe? ¿La máscara?, ¿La habilidad extraordinaria qué posee? Todos estos son rasgos que verdaderamente no deberían de tener importancia alguna, porque sencillamente lo que define a un héroe no es más que la actitud y el deseo de realizar un acto desinteresado y enaltecedor pro a un “bien mayor”. Y esta es la frase a la que quiero que nos apeguemos por un momento.

   Vamos a preguntarnos: ¿Qué es lo que el ser humano ve tan atractivo en una figura que prácticamente representa todo lo contrario a este? El ser humano es una criatura desagradable que no es ni desinteresada ni buen hechora. Venimos de la miseria y seremos miseria: Provocamos guerras, promovemos la división entre los miembros de una misma sociedad. Somos criaturas que causamos desgracias. ¿Por qué nos tendríamos que identificar con estas criaturas que son capaces de trasponer los deseos de la sociedad sobre sus propios deseos?

   Esta pregunta posee en mi opinión dos posibles respuestas: o que simplemente somos unos seres enfermizos con ilusiones de grandezas inalcanzables o que genuinamente, a pesar de que somos podredumbre y miseria, deseamos levantarnos sobre nuestros defectos y desechos. Esto es lo que llamo un anhelo anti- distópico.

     La única razón por la cual aún seguimos manteniendo una cierta afinidad por estos héroes, es sencillamente porque en lo insondable de nuestro ser estamos profundamente atormentados por el miedo. Somos pequeños e insignificantes y tenemos muy claro el hecho que probablemente nunca vamos a llegar a hacer algo verdaderamente productivo o significante para el mundo. Nacemos siendo nadie y moriremos siendo nadie. Pero hay un pequeño anhelo dentro de nosotros que nos impulsa a intentar luchar contra esta verdad, un estúpido deseo que nos engaña y nos miente y nos hace creer que de alguna u otra manera podemos valer un poco más y podemos ser capaces de realizar obras aparénteme valederas. El héroe representa la esperanza de alcanzar nuestra propia semi-utopía.

   ¿Y esto acaso no parece más bien un impulso proveniente de nuestro propio egoísmo? También. Por ende el héroe también es una extravagancia pasional del subconsciente del ser humano, el cual busca desesperadamente una justificación para sus actos.

   Bajo esta afirmación el héroe representa una paradoja humana: Es alguien, o algo, que egoístamente justifica la búsqueda de su salvación mientras salva a los demás. Creo que con esta afirmación el término de “acto desinteresado” del que habíamos hablado anteriormente queda por completo descartado.

   ¿Entonces, es imposible la existencia de un héroe? ¿O es meramente una ilusión literaria tremendamente ingenua? Creo que es una respuesta compleja para ser respondida con un “si” o un “no”, al menos desde el punto de vista que estamos tomando en cuenta. No hablamos únicamente de un individuo que valientemente se pone en peligro para salvar vidas. Hablamos de un modelo de conducta, que bien podríamos llamar utópico, pero que al fin y al cabo debería de funcionar como suerte de mentor moral para la vida. Sí, es verdad, suena infantil y hasta poco serio esto que se acaba de decir, incluso suena cheesy, es decir melodramático. Y esto es algo muy importante que todo ser humano debería de comprender: Son modelos que trazan una línea que deberían de indicarnos, teóricamente, lo que en efecto debería de hacerse. Ese es el verdadero significado de la heroicidad.

   No se trata de ir a correr y hacer algo estúpido llevado por los hilos de la pasión. No. No es ir a golpear a quién esté en contra de nosotros. No se trata de violencia ni de arremetimiento brusco, sino de moderación y reflexión. Un héroe no es alguien que únicamente interpreta un papel activo físicamente. También debería ser alguien que maneja un papel activo reflexivamente. Y un héroe es aquel que logra mantener equilibrados ambos papeles.

   El problema que tenemos con esta definición del héroe es que ha sino mal interpretado y mal juzgado, y para poder comprender verdaderamente lo que significa y representa para nuestra sociedad tendríamos que dejarnos de cualquier prejuicio. Para lograr esto habría que partir por lo que considero el verdadero origen de los llamados héroes “modernos”: La segunda guerra mundial.

   Puede que hoy en día la cultura “heroica” este relacionada con las llamadas potencias crematistas, como con el fenómeno del “Summer blockbuster» pero si volvemos a sus orígenes descubrimos que la creación de lo que llamamos “héroes modernos” fue una respuesta del ser humano de enaltecer la grandeza que llevaba por dentro, o creía que llevaba por dentro. El problema es que subestimamos de una manera indescriptible el significado de la heroicidad y del posible impacto que ha tenido en nuestra cultura. No voy a hablar de absolutismos pero no me atrevería a decir, que la aparición de cierto individuo ficcional que vestía en su traje los colores de la bandera de los Estados Unidos, no afectó para nada el curso de la guerra, o incluso a los que estaban en la capacidad de alterar el curso de la guerra. Puede que suene exagerado, pero estoy convencido que la aparición del Capitán América, Namor el Submarinista y La Antorcha Humana en la década de los Cuarenta puede haber tenido un impacto significativo para la sociedad que atravesó una época tan dura como lo fue la segunda guerra mundial.

     Y no es que eran santos. No debemos confundir este término con el del héroe. No eran individuos infalibles. Los héroes no son personas perfectas, y esta es su característica más poderosa. Son individuos que en teoría son como nosotros, pero con la diferencia que se reconocen como seres provenientes de la miseria y que sí bien son causantes en partes de esa misma, deciden hacer algo al respecto. Y con esto es que podemos responder la pregunta de si de verdad somos inútiles e indefensos ante lo que ocurre a nuestro alrededor. Si tomamos en cuenta la «Teoría del Reflejo» de los elementos teóricos de Lukács que dice que toda obra refleja estéticamente la realidad, entonces podemos afirmar que al menos parte de esa capacidad de respuesta que poseen estos individuos debería de estar presente en nosotros.

     Ahora el siguiente problema radica en el sentido que optamos por darle al término de heroicidad, pues éste, como yo lo veo, ha evolucionado y se ha ampliado y ramificado.

   Ya no podemos ver como “héroes” únicamente a un individuo que lucha físicamente contra un agente caótico. Es tan heroico un Steve Rogers, el súper soldado, como un John Keating, un profesor de la academia Welton de “La Sociedad de los Poetas Muertos”. Y tampoco podemos enfrascarnos en críticas que cataloguen a estos individuos como agentes promotores de la destrucción. Hay una razón por la que estas historias se han vuelto tan populares, porque sencillamente se sienten cercanos a nosotros de alguna u otra manera. Según la teoría de Guyau, «la calidad estética reposa en el hecho de que somos capaces de reconocer nuestros propios sentimientos en los que expresa una obra de arte». Pero esa misma popularidad es parte del problema que tenemos con la concepción del “héroe”, ya que ha sido relacionado con la concepción negativa que tenemos de la cultura popular. Se ha confundido lo que entendemos como cultura popular y cultura de consumo. El hecho de que algo sea de fácil acceso no quiere decir que sea falto de calidad. Y con calidad me refiero a que tenga la capacidad de aportar algo positivo para el individuo en la sociedad. El problema, como lo dice Max Horkheimer en «Arte Nuevo y Cultura de Masas» es que «La popularidad no tiene ya nada que ver con el contenido específico o la veracidad de las producciones artísticas. En los países democráticos quien decide sobre estos problemas no son ya los espíritus cultivados, sino en última instancia la industria del esparcimiento». Sin embargo, si es cierto que este género ha sido víctima de esta condición, también hay que decir que el género del héroe no depende necesariamente de la industria crematista, sino al revés: la industria de éste.

     Para finalizar deberíamos de hacernos estas preguntas: ¿Es la heroicidad una carnavalización de la sociedad? ¿Es el producto de una cobardía inherente en el ser humano que espera desesperadamente que alguien al que él mismo denota como superior lo defienda y le resuelva sus inconvenientes? ¿O es un grito de auxilio en un intento de detener el imparable fin de la sociedad?

   La heroicidad no se trata de salir e intentar cambiar el mundo. Sino de procurar de reconocer lo que somos y cuáles son nuestras limitaciones y así intentar cambiar nosotros mismos. Esto es lo que verdaderamente le brinda a estos héroes la característica “anti-distópico” de la que hablábamos anteriormente: La heroicidad no radica en luchar por intentar cambiar la naturaleza humana de cada individuo del planeta, eso es un imposible, pero sí en intentar cambiar (o controlar) la naturaleza de uno mismo. Eso es lo que hace tan diferentes a los héroes de los demás, su consciencia de nuestra condición de pequeñez y de su entendimiento de las contradicciones de nuestra sociedad. A veces lo que hace falta es un pequeño empujón.

     Como dijo Jonathan Hickman, escritor reconocido de novelas gráficas, en Avengers #1:

     «Había nada.

       Seguido por todo.

       Arremolinadas, ardientes partículas de creación que circundaron soles dadores de vida.

       Y entonces…corrimos hacia la luz.

       Fue la chispa que comenzó el fuego–

       Una leyenda que creció en la narración…»

       «Comenzó con una idea.

       La chispa que comenzó el fuego fue expansión.

       Nuestro Capitán habló, y le dio forma a la idea.

       Él dijo las palabras, y las hizo realidad.

       Él dijo…»Ensámblense al amanecer».

       Ensámblense al amanecer.

       ¿Y cómo no lo haríamos?

       Éramos Vengadores».