En memoria del escritor venezolano Ramón Palomares, compartimos tres poemas de su autoría.
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SALUDOS Saludos, precioso pájaro. Y no abandones el oro de las plumas entre aquellas nubes ni pierdas el canto en el dominio de los truenos. No sea que pases del cielo y quedes preso en los astros. De viajes, cuánto se ha perdido, cuánta ola estrellada en el acantilado, mientras tus alas robaban fulgores al poderoso perro del cielo. Y cuánto de lluvias, de verano, de hierba roja por la implacable estación. O de gris, nieblas y continuado fantasma frente al joven enamorado de barcos. Los vecinos perdidos, el llanto de amigos que he visto secar en paños por olvidos e irremediable paso. Ni qué decir de la muchacha cuyo pecho hasta ayer fuera tan liso y que luego se ha visto como exquisito racimo. Saludos. Pero, amigo de viajes, ¿cómo poder contar las pérdidas, ventas que se han hecho, nuevas adquisiciones? Y si la modesta familia vende las posesiones de provincia y compra apartamentos confortables, ¿no hemos vendido al corazón y una y otra vez cambiado los pareceres de conciencia para entender mejor las noticias a la semana? Y mientras tú por el pasado año te entregabas a los aromosos cielos del norte, aquí las muertes y los nacimientos cambiaban las cuerdas del buque y hacían trastabillar al viejo. Y mientras robabas a ese perro los bellos fulgores, el oro para majestad en tus alas, los cambios de ciudad, las venidas al amor, los cantos de una ilusionada nube que nos ahogara en deseos pintaban nuevas y extrañas figuras en la quilla del buque. Y entretanto no había más que el incesante brillo y el incesante batir de esas alas sobre espumas y ciudades, sobre campiñas y lejanas praderas; más allá de las torres establecidas por la caída de la noche. No había más que esos ojos absortos, fijos hacia el norte o el sur, la cola firme, a manera de timón, y el impulso y la ruta que algún hilo indicaba. Y el cielo, y los aromas de flores muertas o recién abiertas y los aires cambiantes. Y nada más había para ti, amigo de viajes; las idas, los regresos encontraban esas pupilas quietas, serenas, tendidas en medio a las carreras que el cielo juega. Saludos. Apenas para ti hay tiempo de cantar en el delicioso jardín y sacudir en el estanque las alas allí donde el viento no ha podido vencer.
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MÁSCARAS He aquí que existimos en el límite de la mentira que nuestra vida es impalpable que estas personas representadas pertenecen a un dueño de otro orden. Cumplimos cabalmente en escena ante el gran público. Así recreamos bajo los astros y acudimos a una cita en los vientos saliendo al paso de nuestras fiestas. Nuestro corazón está prestado a otros personajes, murmuramos un sueño y nuestros labios no son responsables, somos bellos o nobles según las circunstancias. Nos asalta un delirio azaroso y caemos en los escenarios bajo una voluntad extraña. Y no tenemos vida, pues andamos sobre ruedas en un país desconocido cuyas flores nos interesan de manera frívola y cuyas mujeres nos aman en alcobas de falsedad. Producimos un fuego y su corazón azul crepita con más fuerza que el nuestro en tanto arden los leños a la manera de sangre. Nos permitimos ser extraños. Falsos. Llevar una emoción no sincera. Mientras andamos, desterrados de nuestro cuerpo en un interminable paseo.
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ADIÓS Para Antonio Luis Llovió y ha vuelto a llover y cayeron las hojas y el sol las abrazó y el viento vino y arrastró las hojas y sonó la hojarasca y otra vez cayeron las hojas y el sol las abrazó y vino el viento y el rocío se hizo en la yerba y se fue y abrieron los capullos y el insecto rompió la húmeda cáscara y voló y otra vez el pájaro que cantaba en la cuerda bajó a jugar bajo el rosal y volvió a su cielo y cantó y la mariposa estuvo dormida al amanecer y con el sol caliente subía dando ligeros golpes y la lluvia la heló y otra mariposa voló por el jardín y el jardín de ayer quedó yerto y enrojeció y volvió a quedar yerto y pálido y las ramitas secas chasquearon y cayeron al césped y el sapo cambió de sombra y volvió a cambiar y ha buscado otra sombra húmeda y el gusano ha terminado de hilar y ya voló y ya volvió a hilar y el viento mueve la hoja que lo hospeda y los jejenes han ascendido en el vaho caluroso y caido con las aguas del cielo y se han levantado de nuevo porque otra vez ha sido el día caluroso y la hilera de hormigas corta el campo en el claro seco y boronoso y ahora regresa al patio sembrado y el ratón de monte ha dormitado largamente en su cueva y ha despertado por muchos días corriendo en secreto lejos del búho y ha caído lejos de las garras del búho y el búho comió y pasó noches de hambre y volvió a su comida y duerme este día y se despertó de nuevo y cazó la rata gris y un hombre encontró su pareja y se amaron y el hijo que nació encontró su pareja y la amó y el hijo que de allí naciera encontró su pareja y la amó y de allí nació un hijo y el hombre murió y volvió otra muerte y se llevó otra vida y otra vida se apagó al entretanto y vinieron hermosas costumbres y cambiaron las viejas costumbres y otras costumbres y modales se cambiaron y se levantaron templos prodigiosos y los templos prodigiosos se fueron y llegaron nuevos templos prodigiosos. Y se levantaron los ídolos todos de metal noble y refulgente y dieron vuelta y otro rostro cubrió el rostro de ellos y otra vuelta cambió este rostro por otro de otra forma y el polvo hundió los ídolos y salieron flores del polvo y el desierto llegó a cantar un largo silencio y las ciudades despertaron y se durmieron y se ocultaron y desaparecieron y volvieron a nacer con sus comercios y sus tiendas y sus reyes y príncipes y poetas y bellas mujeres y mártires y guerreros y sacerdotes y santos y maestros y muchachos atarantados y viejos y la luna estaba dando vueltas y se encendía toda y se adelgazaba y se hacía tenue y se llenaba y se vaciaba de plata y volvía a llenarse y a subir tarde y tarde bajando tarde y tarde y noche y noche y la tierra corría y corría y regresaba y corría y la tierra en la noche en la oscuridad dando su cara negra y rodando su cara deslumbrante y su azul ligero y su azul negro y sus nubes y aladas y sus nubes estripotosas y deshechas con el mar que saltaba hacia su madre y saltaba desde el pecho de su madre y con el viento que lloraba y cantaba como un niño y lloraba y cantaba como una mujer y lloraba y cantaba como un anciano y como un perro y como un mar hasta que era otra vez viento y lloraba y cantaba y la tierra iba loca y bella entre sus madres entre sus padres loca como una jovencita y loca como una mujer en una fiesta y como un paso de baile y como una caída de flores y como un beso iba y venía mientras las grandes redes de estrellas subían y aleteaban como insectos desesperados de amor y como chispas que volaban desde la raza áspera y como cabelleras solas y como fuego solo y como oro raptado y oro yéndose y oro viniendo y oro jugando en todas partes y moscas plateadas y anillos perdidos y collares y cuellos y rostros de mujeres exquisitamente desenvueltas y allí las noches soltaban sus amarras y se aprisionaban y amaban la noche hembra y la noche viril y el tiempo hembra y el tiempo varón y la vastedad toda y los círculos de vastedad que iban y venían a sí mismo y de sí mismos alejándose y entregándose y frotándose como dos hocicos de hembra y macho encelados, tigres, lobos en celo. Y ha vuelto a llover y dime qué sol ha venido y qué canción has oído y que mariposa baja hasta la flor del patio y duerme y dame ese perfume que todo es un perfume y una esencia y una vaga brisa que llega y se mueve anda y desanda y dime si adentro de ti no oyes tu corazón partir y si de ti todo se ha ido y todo está por llegar y todo está en viaje y todo es nuevo y vuelve. Adiós Salud Adiós.