Tres poemas de José Antonio Ramos Sucre

Compartimos 3 poemas de José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, 9 de Junio de 1890- Ginebra, 13 de junio de 1930). Poeta, políglota, autodidacta, ensayista, educador y diplomático venezolano.


Azucena

El solitario divierte la mirada por el cielo en una tregua de su desesperanza. Agradece los efluvios de un planeta inspirándose en unas líneas de la Divina Comedia. Reconoce, desde la azotea, los presagios de una mañana lánguida.

El miedo ha derruido la grandeza y trabado las puertas y ventanas de su vivienda lúcida. Un jinete de máscara inmóvil retorna fielmente de un viaje irreal, en medio de la oscuridad, sobre un caballo de mole espesa, y descansa en un vergel inviolable, asiento del hastío. Las flores, de un azul siniestro y semejantes a los flabelos de una liturgia remota, ofuscan el aire, infiltran el delirio.

El solitario oye la fábrica de su ataúd en un secreto de la tierra, dominio del mal. La muerte asume el semblante de Beatriz en un sueño caótico de su trovador.

Una docenlla aparece entre las nubes tenues, armada del venablo invicto, y cautiva la vista del solitario. Llega el nacimiento del día de las albricias, después del viernes agónico, anunciada por un alce blanco, alumno de la primavera celeste.

Visión del Norte

La mole de nieve navega al impulso del mar desenfrenado, mostrando el iris en cada ángulo diáfano. Tiembla como si la sacudiera desde abajo el empuje de unos pechos titánicos; pero la trepidación no ahuyenta al ave, retirada y soberbia en lo más alto del bloque errabundo; antes engradece su actitud extraña, como de centinela que avista el peligro, observando una ancha zona.

Las ráfagas fugaces no alcanzan a rizar el plumaje ni los tumbos de la ola asustan la testa inmóvil del pájaro peregrino, cuyo reposo figura el arrobo de los penitentes. Boga imperturbable a través del océano incierto, bajo la atmósfera destemplada, interrogando horizontes proviosorios.

El ave no despide canto alguno, sino conserva la mudez temerosa y de mal aguero y exalta en leyendas y tragedias la aparición y la conducta de los personajes prestigiadores y vengativos, los que por el abandono de la risa y de la palabra excluyen la simpatía humanitaria y la llaneza familiar.

A vueltas de largo viaje,  circulan aromas tibios y rumores vagos, y ruedan olas abrasadas por un sol flagrante, las que atacan y deshacen la balumba del hielo, con la porfiada intención de las sirenas opuestas al camino de un barco ambicioso.

El panorama se diversifica desde ahora con el regocijo de los colores ardientes, y con la delicia de los árboles vivaces y de las playas bulliciosas, descubriendo al ave su extravío, precaviéndola de conocer tórridas lontananzas, aconsejándole el regreso al páramo nativo; el ave se desprende en largo vuelo, y torna a presidir, desde cristalina cúspide, el concierto de la soledad polar.

Penitencial

El caballero de túnica de grana, la misma de su efigie de mártir, aspira a divertirse del enfado jugando con un guante.

Oye en secreto los llamamientos de una voluntan omnímoda y presume el fin de su grandeza, el olvido en la cripta desnuda, salvo el tapiz de una araña abismada en el cómputo de la eternidad. Ha recibido una noche, de un monje ciego, una corona risible de paja.

El caballero se encamina a verse con el prior de una religión adusta y le propone la inquietud, el ansia del retiro. Los adversarios se regocigan esparciendo rumores falaces y lo devuelven a la polémica del mundo.

Las mujeres y los niños lamentan la muerte del cabellero inimitable en la mañana de un día previsto, censuran el éxito de la cuadrilla pusilánime y besan la tierra para desviar los furores de la venganza. El cielo negro, mortificado, oprime la ciudad y desprende a veces una lluvia cálida.

Autor: Gabriela La Rosa

(Caracas, 1993) Le gusta leer y escribir cuentos. Estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Cuentos y poemas en los portales de Digo Palabra, Err- magazine y Revista Ojo.